Durante mucho tiempo, la idea de viajar con un animal ha estado rodeada de una nube de incertidumbre. Parecía algo reservado a gente con recursos, mucha paciencia o un perro del tamaño de un bolso, y las imágenes que se nos venían a la cabeza eran caóticas: dueños desesperados en aeropuertos, jaulas estrechas y miradas tristes tras una reja de transporte.
Sin embargo, la realidad actual es muy distinta a aquella visión antigua que tantos temores generaba. Hoy viajar con tu pequeño bebé es mucho más cómodo, seguro y accesible de lo que mucha gente imagina… ¡Y si no te lo crees, quédate a leerlo!
Un (necesario) cambio de mentalidad.
Durante los años 90 y principios de los 2000, los viajes con animales eran un quebradero de cabeza. Apenas había información clara sobre normas o requisitos, las aerolíneas imponían condiciones confusas y los trenes ponían limitaciones absurdas. Además, la cultura del “mascota igual a carga” seguía muy arraigada: se pensaba en ellos como un equipaje especial, no como miembros de la familia.
Con el tiempo, esta percepción empezó a transformarse. Las personas comenzaron a reclamar un trato más digno para sus animales, y las empresas de transporte comprendieron que el bienestar animal también forma parte de una buena experiencia de viaje. Hoy, los trenes permiten (con sus condiciones particulares) que perros y gatos viajen junto a sus dueños en la mayoría de trayectos nacionales, y muchas aerolíneas cuentan con servicios diseñados para garantizar su comodidad durante todo el recorrido.
Aun así, y por desgracia, aún persisten mitos que hacen dudar a quienes quieren llevar a su mascota de vacaciones: muchos piensan que el viaje será traumático, o que el animal pasará horas sufriendo en un espacio minúsculo.
Lo bueno es que la modernización de las infraestructuras y los protocolos ha mejorado tanto que estas imágenes ya no reflejan la realidad, y lo vamos a demostrar, desmintiendo una serie de creencias que muchos de nosotros tenemos sobre este tema:
“Los animales lo pasan fatal en el avión.”
Esta idea proviene, sobre todo, de experiencias de hace décadas. En aquel entonces, los compartimentos de carga carecían de regulación específica, las condiciones de ventilación eran limitadas y el personal apenas tenía formación sobre bienestar animal.
Hoy en día las compañías han cambiado su forma de actuar. Existen compartimentos presurizados y climatizados, donde la temperatura y el nivel de oxígeno se mantienen estables. Además, el transporte de mascotas está sujeto a normativas internacionales que priorizan la seguridad y comodidad de nuestro perro/ gato o conejo ¡Lo que sea!
Eso sí, no todo el esfuerzo lo deben hacer los del avión: se debe acostumbrar al animal también al transportín para reducir drásticamente los nervios durante el vuelo.
“Solo los animales pequeños pueden viajar.”
Durante años se creyó que viajar con un perro grande era imposible, y es cierto que las aerolíneas suelen permitir solo animales pequeños en cabina, pero eso no significa que los grandes queden excluidos. Pueden hacerlo en bodega, en espacios adaptados y seguros.
En el caso del tren, también se ha avanzado mucho. Las compañías ferroviarias europeas han introducido políticas más flexibles: los perros grandes pueden viajar pagando un billete reducido, siempre con bozal y correa. El ambiente suele ser tranquilo y los animales, curiosamente, suelen comportarse mejor que algunos pasajeros humanos.
“En los hoteles no quieren animales.”
Durante mucho tiempo, encontrar un hotel que aceptara mascotas parecía imposible. La mayoría de los alojamientos colgaba el cartel de “prohibido animales” como si fuera una regla inamovible, y los dueños debían hacer malabares para conseguir hospedaje.
De hecho, ya no se trata solo de que los animales puedan entrar en un hotel, sino que además cuenten con su propio hotel. Así es, los hoteles para mascotas ya no son una fantasía, es más, según Star Cargo SL, ahora son una necesidad: explican que es fundamental contar con alojamientos adaptados en caso de que su dueño viaje antes que él o si el animal necesita algún tipo de revisión veterinaria.
De este modo, la hostelería por fin ha comprendido que los viajeros buscan experiencias compartidas con sus mascotas, y, por ende, denegarles el acceso es sinónimo de perder puntos, ¡Y muchos! Ya que cada vez hay más personas que tienen una o dos mascotas en su unidad doméstica y que, además, viajan con ellos.
“El papeleo es interminable.”
Otra resistencia común tiene que ver con los trámites. Muchas personas creen que viajar con un animal requiere una montaña de documentos, certificados imposibles y vacunas misteriosas, pero en realidad, los requisitos suelen ser bastante simples, especialmente dentro de la Unión Europea.
El pasaporte europeo para animales de compañía incluye toda la información necesaria: vacunación antirrábica, microchip y datos de contacto del propietario. Si el destino está fuera de la UE, pueden pedirse requisitos adicionales, pero las empresas especializadas suelen asesorar sobre cada paso.
El proceso se ha vuelto más claro y accesible gracias a la digitalización de los registros veterinarios. En muchas clínicas, los certificados pueden descargarse al instante, y los formularios se tramitan sin complicaciones.
“El viaje es demasiado caro.”
El transporte de animales tiene un precio, pero no es tan alto como se piensa.
En el caso del avión, depende del tamaño, el peso y la distancia, y es importante saber que algunos vuelos nacionales cobran menos de lo que cuesta facturar una maleta grande. En tren, en cambio, los precios suelen ser simbólicos o gratuitos para animales pequeños.
Además, viajar con la mascota evita otros gastos: no hace falta pagar guardería o residencia, y se disfruta de la compañía del animal durante toda la escapada.
Ahora que ya hemos desmentido estas creencias, es importante destacar que nosotros también cumplimos un gran papel a la hora de asegurar un buen viaje para nuestra mascota.
¿Cómo debo actuar si quiero viajar con mi mascota?
Vamos a ver una serie de pasos que nos ayudarán a actuar de la mejor forma posible para garantizar un buen viaje para nuestro pequeño amiguito:
- Preparación antes del viaje.
Antes de emprender un viaje, conviene preparar al animal igual que a cualquier viajero. Los veterinarios recomiendan una revisión previa para comprobar que todo esté en orden y evitar sustos. También es útil llevar un pequeño botiquín con lo básico: agua, golosinas, bolsas higiénicas, una manta y un juguete familiar.
- La percepción del entorno: entrenarnos mentalmente.
Más allá del transporte, lo que más preocupa a muchos dueños es cómo será la convivencia en el destino. ¿Podrán entrar en restaurantes? ¿Habrá zonas de paseo? ¿Los mirarán mal?
La buena noticia es que la sociedad se ha vuelto más receptiva. En muchos lugares, los animales son bienvenidos en terrazas, tiendas y espacios públicos. Los parques urbanos cuentan con zonas específicas para perros, y en las playas españolas cada verano se habilitan más espacios caninos.
También ha cambiado el tipo de actividades disponibles. Existen rutas de senderismo pensadas para humanos y mascotas, cafeterías donde los animales pueden socializar y hasta museos que organizan visitas especiales con ellos; la idea de que el animal debe quedarse en casa se ha ido diluyendo a medida que el turismo se adapta a nuevas realidades.
- La experiencia emocional.
Viajar con un animal cambia completamente la forma de disfrutar del viaje, y debes tenerlo presente si no quieres agobiarte o decepcionarte: su curiosidad y energía contagian entusiasmo, y cada pequeña aventura se convierte en una experiencia compartida. Tendrás que estar pendiente de él o ella ¡Pero si estás dispuesto a todo, lo pasarás mejor que con nadie más!
Por supuesto, también puede haber imprevistos, cansancio o lugares con normas estrictas, pero incluso en esas situaciones se refuerza el vínculo entre el animal y su dueño, ya que ambos aprenden a confiar el uno en el otro en entornos desconocidos.
Consejo final: viajar juntos, pero con cabeza.
Aunque el panorama ha mejorado, siempre conviene planificar con sensatez. Es importante conocer las condiciones de cada transporte, asegurarse de que el alojamiento acepte animales y llevar una lista de contactos veterinarios del destino.
También resulta útil observar la personalidad del animal. Algunos disfrutan del cambio y de la aventura, mientras que otros prefieren la tranquilidad del hogar. Forzarlos a viajar cuando lo pasan mal puede generar más estrés que disfrute, por lo que es mejor empezar con trayectos cortos y observar su comportamiento.
Lo que antes parecía imposible…
¡Ahora por fin es realidad!
Es una locura pensar que, hace veinte años, pocos habrían imaginado que un gato podría volar en un avión comercial o que un perro grande se alojaría en un hotel urbano con cama propia. La modernización de los servicios turísticos ha hecho que esa frontera emocional entre “viajar con” y “viajar sin” desaparezca poco a poco.
Hoy en día, los servicios especializados, las normativas claras y la empatía creciente hacia los animales han convertido lo que antes parecía una locura en algo cotidiano, y sin duda, las redes sociales han ayudado a normalizarlo.
Y aunque todavía hay normas por mejorar, lo cierto es que estamos más cerca que nunca de vivir los viajes como lo que realmente son: una oportunidad para disfrutar juntos, explorar con curiosidad y crear recuerdos donde los animales también forman parte de la aventura.

