Antes de cursar mis estudios de Marketing en Formatic Barcelona, pensaba que comunicar era mucho más sencillo.
Sin embargo, al profundizar en el tema te das cuenta que comunicar bien no es para nada sinónimo de “hablar” o “escribir” con propiedad.
Ser un buen comunicador implica una serie de habilidades que, si bien se pueden desarrollar, son esenciales para tener éxito a la hora de trasladar el mensaje de nuestra empresa de forma efectiva.
De hecho, la clave del éxito en socialmedia está en la interacción, en la capacidad de crear condiciones para construir con las demás relaciones de mutuo beneficio. Para lograrlo son determinantes en la comunicación factores como el contenido, el lenguaje, el auditorio, y los motivos.
Empatía, la reina de las aptitudes de un Buen Comunicador
Por otro lado, debería ser obligatorio para todo aquel que se dedique profesionalmente a la comunicación desarrollar su empatía al máximo.
Es más, debería incluirse además en los valores imprescindibles para cualquier persona con interés por influir, persuadir… o simplemente por garantizar que traslada su mensaje con eficacia.
El público es (o debería ser) la medida del mensaje. No se trata de nosotros, sino de ellos. Si no lo recibe o entiende de acuerdo con nuestro propósito, el error es siempre propio. Y en un entorno como el actual, donde cada día es más difícil captar la atención y generar interés, existe una herramienta que a menudo olvidamos y que nos garantiza precisamente eso; atención e interés, y no es otra que la empatía.
La capacidad de ponernos en el lugar del otro, de identificar sus necesidades y saber cómo satisfacerlas es la base de cualquier servicio y, de una comunicación empática. Debemos de centrar nuestra comunicación en el otro, en aquéllos a quienes servimos y no en nosotros.
Además, para mejorar nuestra comunicación nada mejor que empezar por escuchar más y mejor. Para ello debemos empezar por ser capaces de tener buenas conversaciones y uno de sus principios es la escucha.
Da igual que estemos hablando de estrategias de marketing de empresa a empresa o empresa a cliente final. En cualquiera de los casos si escuchamos y sabemos interpretar lo que nos dicen nuestros clientes (en forma de conversaciones o datos) la solución se nos va a presentar ante nuestros ojos.
Solemos decir que una cosa es lo que el cliente pide y otra lo que realmente necesita. Bajo esa premisa tras los primeros minutos tienen clara cuál va a ser la solución que les van a proponer y simplemente dejan de escuchar de forma activa. Están esperando a que termine para ofrecer la solución que tenían pensada desde el principio.
Si escuchamos vamos a recoger más información y tendremos una mejor idea del contexto. Esto no sólo nos va a facilitar el trabajo, sino que nos permitirá entender mejor a nuestros clientes.
El filósofo griego Epicteto, recordaba al decir que “Tenemos dos orejas y una sola boca, justamente para escuchar dos veces más de lo que hablamos” Sin embargo, muchas veces no escuchamos realmente.
Si conseguimos trabajar la escucha activa con nuestros clientes, entenderemos mucho mejor lo que quieren y sabremos responderles de forma más efectiva, estableceremos un diálogo mucho más eficaz. Toda comunicación empieza por una escucha efectiva.
Determinar de ese modo, qué pretendemos como empresa, hacia donde evolucionamos, cuáles son nuestras motivaciones y la historia que la mueve hacia adelante.
Ahora bien, sobre todo debemos de enfocarnos en a quién dirigimos nuestro producto, por qué añade valor en sus vidas.
Todas estas preguntas, planteadas con empatía, con el trabajo que supone desarrollar una escucha activa nos ayudarán a conseguir que las palabras con las que nos expresamos como empresa tomen forma y sean auténtica comunicación con nuestros clientes y no “un hablar por hablar”.